En dos meses, la inflación oficial consumió el 72% de la pauta inflacionaria presupuestada por la gestión de Cristina Fernández para los 12 meses de 2014. La de este año es otra economía; la que soportó una devaluación en enero y la que espera por los reajustes en las tarifas. Por eso, todo tiene sabor a poco porque en ninguna de las dos oportunidades que timoneó el anunció del nuevo IPC el ministro de Economía, Axel Kicillof, ha dicho palabra alguna acerca de cómo se medirá la canasta básica. Se ha defendido la parada, al decir que se observa una desaceleración de los precios.
Con tantos incrementos, los pobres seguramente ya no son (ni lo fueron) el 4,7% de la población urbana nacional. Los $ 1.783 mensuales que corresponden al umbral de ingresos para que una familia tipo para no caiga en la pobreza ya no son suficientes. Al Indec le está costando demasiado el empalme de datos. Porque el salto de precios del verano ha sido tal que la Canasta Básica Total puede ser el doble de lo que fue en diciembre (el último dato disponible). Los “Precios Cuidados” no han demostrado ser un plan efectivo para combatir la escalada inflacionaria. Por eso, las paritarias han arrancado con un piso elevado (cercano al 30%). Así, no hay bolsillo que aguante.